American Gods: La muerte es el olvido.

La presencia de lxs dioses y de la mitología es recurrente en la producción de Gaiman. Así hay registros gráficos en Sandman que nos muestran que la idea de juntar a lxs dioses para proponerles algo, bien sea la jefatura del infierno (Sandman) o unirse para luchar contra lxs nuevos dioses de la tecnología (American Gods), es uno de los sueños del creador de personajes míticos como Los Eternos.


Será la deformación profesional, pues aunque me dedique a los libros, a su lectura primordialmente, pero también a su venta y a su difusión vinculada a todos los ámbitos de la cultura, una es filósofa de formación y de corazón. Por eso, no dejo de ver influencias de pensamientos y de pensadores en todo lo que leo. Con Gaiman esta “virtud” o “condena” se intensifica hasta el dolor.

“Dolería. Incluso los dioses sentimos dolor. Si te mueves y actúas en el mundo material, el mundo material también actúa en ti. El dolor duele, (…) podemos morir. (…) Pero si nos olvidan, estamos muertos” (p.359).

No sucumbiré en este artículo a los deseos de relacionar el nombre del protagonista (Sombra) y su relación con lo que es verdad o sueño, realidad o percepción, con la teoría platónica de las ideas y su mito de la caverna (el ser humano -hombre que diría él, pero lo actualizo- encadenado dentro de la caverna mirando a una pared en la que se proyectan las sombras de las cosas reales, que él confunde con lo verdadero, hasta que es obligado a salir hacia la luz y contemplar el mundo de las ideas, única y eterna verdad).

Sombra es… ¿Cómo? ¿Que no lo has leído aún? Entonces no puedo hacer ese tremendo spoiler que me iba a marcar. Los que sí lo habéis leído, ya sabéis entonces quién es. Quiero decir, aparte de un preso que es liberado un par de días antes de cumplir condena porque su chica muere en un accidente de coche, en una situación…digamos..comprometida.

Sombra se encuentra con Wednesday, que pronto sabremos que es nada menos que Odín, Padre de Todos, y nombrado con otros muchos y épicos apelativos que detalla en la página 136:
“ Te dije que te revelaría mis nombres. Bien, pues así es como me llaman. Me llaman Contento en la Guerra, Adusto, Asaltante y Tercero. Soy el Tuerto. Me llaman el Altísimo y El Que Dice la Verdad. Soy Grimnir, y el Encapuchado. Soy el Padre de Todos, y soy Gondlir, el portador de la Vara. Tengo tantos nombres como vientos hay en el mundo, tantos títulos como formas de morir hay. Mis cuervos se llaman Huginn y Munnin: pensamiento y memoria; mis lobos, Freki y Geri; mi caballo es la horca”.

Antes de seguir introduciendo los hilos narrativos, que tan bien teje y arma Gaiman, cabe destacar otra habilidad suya como escritor: sus discursos, como este que presenta a Odín, o como el listado de hechizos que conoce (p.273) o como el que le da Sam a Sombra defendiendo lo que ella CREE (p. 366-367). De hecho, el humano con cabeza de búfalo que habita el centro de la tierra y con el que Sombra dialoga en sus sueños, indica desde el comienzo un imperativo que el protagonista debe seguir si quiere participar de esta historia: debe CREER.

Y es que las historias, mejor dicho, su valor, es otro de los “tópicos” de la producción de Gaiman. “La mejor forma de describir un cuento es contándolo” (p.505). Por eso siempre he defendido y defenderé que nadie debería preguntar: “¿de qué va?”. La Historia que escribió Herodoto, referente del paso del mito al logos y fuente bibliográfica de Sombra (y del autor), es el relato que sustituye a la canónica “Teogonía”, de Hesíodo, registrada apenas 300 años antes, pero que era representativa de esas creencias y relatos originales (“En el principio, era el Caos”).

Volviendo al encuentro que comentábamos, es aquí donde conocemos la trama principal: lxs dioses de las distintas mitologías están enfermxs o muriendo, malviviendo como mínimo, porque ya nadie cree en ellxs. Fueron llevadxs con los colonizadores a las Nuevas Tierras de América, y olvidadxs. Cada vez son más fuertes lxs nuevos dioses: las tecnologías como la televisión, la informática o la Comunicación. ¿Qué dioses habría destacado hoy Gaiman? Solo hace 16 años que fue escrito y, sin embargo, ¡suena tan extraño que no haya un personaje que represente a internet o a las redes sociales!

Odín quiere convocar a todos los dioses para incitarles a la guerra y destruir a lxs nuevxs dioses. Pero es una tarea difícil (“como intentar poner a un montón de gatos en fila india” p. 359) pues son seres divinos que no están diseñados para colaborar en grupo. Desde el principio de la novela, de hecho, se anuncia una tormenta, que representa este intento de cambio de paradigma: unos dioses “cercanos” y “materiales”, propios de una sociedad líquida, que diría aquel (Bauman), e inmediata.

Por otra parte, aunque se hagan muchas referencias a distintos dioses y diosas, pertenecientes a sagas (mitología nórdica) o a mitos (griegos, egipcios, africanos) e incluso a leyendas, me encanta el paraguas de todas ellas: en todos los casos, se entienden las religiones como posiciones estratégicas desde donde mirar el mundo (p. 472), aunque en un principio: “La tierra era la Iglesia. La tierra era la religión” (p.476).

Estructuralmente el texto tiene dos líneas temporales y tres partes que convergen en el eje principal. La primera línea es el presente y el hilo narrativo es Sombra. La segunda línea es la llegada a América, intercalada en capítulos, que presenta a personajes como el Señor Ibis y que acerca al lector a esa ficción que es la Historia de los Estados Unidos de América (p. 102).
Las tres partes se corresponden con: la historia de Sombra, la primera; la trama del coche en el lago helado y Mike Ainsel (no hago spoiler); y, por último, el momento de la tormenta, como desenlace de las tres.

Soy consciente de lo extenso de este post. De hecho, si has llegado aquí conmigo acordarás dos cosas:
Me enrollo: la blablalogía es mi religión.
Debería escribir un **** libro sobre la obra de Gaiman (espero poder hacerlo algún día).

Sin embargo, necesito contarte una cosa más, que tiene que ver con la condición de ser un dios (en minúscula, creados por los humanos, giro copernicano de la modernidad) y con el que sería el tema que más me conmueve o que utilizo como eje en la lectura: la MUERTE es el OLVIDO: “Ellos me crearon y ahora me han olvidado. Solo me tomo una pequeña revancha. ¿Acaso no es justo?” (p. 295)

Y es que somos hijxs del nihilismo, una generación (o generaciones ya) de personas que no creen, que viven sin ilusión, sin utopías, que agotan sus expectativas en la inmediatez de lo vivido y del consumo. Lejos está mi posición de reivindicar la trascendencia, pero sí los sueños, una vida profunda e intensa que viaje al ****** centro de la tierra en cada paso y que vuele a todos los cielos en cada mirada. Los mitos tuvieron su valor, hoy todavía lo tienen. Las historias son fuente y final (telos que decían los griegos) y lxs lectores y narradores debemos cuidarnos con néctar y ambrosía, y sellar nuestros pactos con Hidromiel, recuperando el significado y coherencia de las palabras.

“Estos son los dioses que han sido olvidados por la memoria. (…) Los dioses mueren. (…) Las ideas son más difíciles de matar que las personas, pero también se pueden eliminar, en definitiva” (p. 71)

 

Título: American Gods.
Autor: Neil Gaiman
Año de publicación: 2001
Editorial: Roca. Edición X Aniversario.
Género: Fantasía (aunque bien podría ser “crítica social contemporánea”).

Plataforma de producción y distribución de espectáculos, mediadora entre el mundo del libro y de las artes escénicas.