Este 8 de noviembre toca reflexionar
Cada año es más necesario, casi urgente, recordar la importancia de los lugares físicos. En este mundo líquido, efímero, inmediato, en el que nuestra existencia se escurre entre los dedos, la emergencia -además de climática- es del cuerpo, de lo corporal, de lo vital que es mirarnos a la cara al hablar, vernos en 3D (no artificiales) y escuchar el tono, propio y ajeno.
Uno de esos sitios privilegiados donde acontece la humanidad son las librerías. A ser posible de barrio, especializadas, lejos de criterios mercantilistas, separadas de centros comerciales y del fuego fatuo de “ofrecer al cliente lo que vende”. Lo de menos es si venden de primera o de segunda mano (aunque en esto haya mucha tela de cortar, pero no será hoy el día).
Esta semana, el viernes 8 de noviembre concretamente, celebramos el Día de las Librerías, y el lema que CEGAL ha propuesto para este año es “Las librerías nos tocan”. Créanme lectorxs que personalmente procuro tomar distancia de aquellas “triquimañas” de la “sociedad del espectáculo” que se apropian de corrientes de resistencia frente a poderes opresores para frivolizar sobre ellas y desactivarlas (léase el parche de Frida o del Che, o el reciente premio literario a “Lectura fácil”, de Cristina Morales).
Pero mira por donde en esta ocasión “me toca” en varios sentidos. En primer lugar, porque como fan de Jorge Carrión, me uno a su denuncia del modelo amazon que nos debilita y nos acerca al esclavismo del consumo y otras “pescas”, reivindico -desde hace años- las librerías como lugares de encuentro entre los agentes que participan del artefacto libro: escritorxs, lectorxs, editorxs, distribuidorxs, diseñadorxs, ilustradorxs, traductorxs, correctorxs, y un largo etcétera que activa esas letras, para que arriesguemos nuestra experiencia en cada lectura.
En segundo lugar, porque “tocarse” es vital, es humano, es “cultura de paz”. Desde la distancia del teléfono, de las redes, de lo virtual, volvemos la mirada a lo grotesco, desfiguramos nuestras relaciones, simplificamos cada perfil, catalogando nuestras relaciones desde criterios de odio y desprecio de las diferencias. En una ocasión asistí a una charla de educación sexual para drogodependientes. La facilitadora les preguntó: ¿cuál es el mayor órgano sexual? Obviamente los primeros clamores hicieron honor al patriarcado y su falocentrismo. ¿Cuál creen ustedes?
La piel amiguis. La piel. Cada célula de nuestro cuerpo es un receptor y generador de empatía. Hoy vamos a hablar de las letras como canal, del texto o del dicurso. Pero en mis años de librera, los mejores momentos han sido las catarsis entre humanos que se miran y se conectan por y desde las historias. Y eso, en lo virtual, es más difícil.
Por último, “me toca” el alma la urgencias de historias, de criterios, de referencias y de crítica que necesitamos. O repetiremos el peor error de la humanidad. Como madre, temo por el futuro inmediato de mis hijxs. Temo que vivan en el miedo, la violencia o peor, estados totalitarios militares o en guerra.
Ya sé que las librerías no son suficientes por sí solas para evitar la barbarie. Y sin embargo, puede ser un frente de resistencia clave, porque allí se piensa, se habla, se cuestiona: a uno mismo y al prójimo. Y eso no vende, ¿verdad? Por eso desaparecen, caen, son sustituidas por pan y circo, por zanahorias que te hagan mirar hacia otro lado, o mejor hacia el suelo, bien sumisa, menos sujeto.
Por todo esto lectorxs, en días como hoy, alzo mi voz (o los dedos sobre el teclado) #endefensadelaslibrerias y les animo a visitar la suya de referencia, a dejarse aconsejar por la librera amiga, a perderse sin norte entre estanterías y arriesgar unos euros por una gran historia, o un punto de inflexión, o una ocasión para ejercitar su músculo de crítica constructiva, más allá de la superficie y la apariencia.
En este Día de las Librerías, nos vemos en las calles, que son nuestras. Nos vemos entre libros, entre letras, entre vidas, que también son nuestras.