TODO DOLOR ES REAL

“El día que mi padre mató a mi madre fue el día que dejó de reconocerme” (…) ¡Mis piernas! (…) Quítame este dolor en las piernas (…) Es solo dolor fantasma. (…) Todo dolor es real.

Parece que solo dos veces al año se puede reivindicar la condición de la mujer, luchar contra el patriarcado, manifestarse contra la violencia machista o incluso organizar exposiciones feministas. Las instituciones -o siendo más justa, alguna de ellas- apoyan esta corriente, apropiándose de las características más rancias de las empresas y sus estrategias de marketing. Lejos de esta intención está el publicar esta semana sobre la lectura del recopilatorio de relatos de Lucia Berlin: Manual para mujeres de la limpieza.

Sin embargo, tampoco quiero desaprovechar el “foco mediático” y compartir este descubrimiento del año pasado. Lo comentamos en el Club de Lectura Hora de Té&Libros de Agapea del 1 de Diciembre de 2016. A pesar de la terrible elección del título por parte del editor y de la incoherente composición de la portada, ha sido uno de los libros revelación del momento, y la esencia es la voz y los personajes femeninos de esta increíble escritora.

Sin querer profundizar más y porque no veo necesario justificarlo ni aclararlo, sí quiero comentar que muchas clientas en la librería no querían llevarse el libro porque pensaban que era algo así como una relación de instrucciones para ser “mejor mujer”, al más puro estilo de la basura de autoayuda que se publica en este sentido en los últimos tiempos. Obviamente, la propuesta es provocativa e irónica, y personalmente, el relato en cuestión me ha recordado a las “Instrucciones para subir una escalera de Cortázar”. Lucía Berlin sintetiza en un solo enunciado el poder de este oficio: “Las mujeres de la limpieza lo saben todo” (p. 49).

Y respecto a la portada, destacar a su vez que si se elige el título de uno de los relatos porque piense que va a vender más (recordemos que no fue seleccionado por Berlin, sino por el comercial jefe de la industria del libro), pues al menos podrían haber tenido el detalle de que la frase que aparece en el llavero fuera del mismo relato, y no mezclar historias a tontas y a locas, como si de un muestrario de “frases más impactantes” se tratara.

Y es que lo que deja huella de la lectura de estos cuentos, son sus metáforas y descripciones que ralentizan el tiempo narrativo y transmiten la idea de una fotografía.
“Las radiografías de los jinetes son alucinantes. (…) Sus esqueletos parecen árboles, parecen brontosaurios reconstruidos”.

Pero volviendo al 8 de Marzo, y a la repugnante costumbre de reivindicar uno o varios modelos de mujer esta semana, Lucia Berlin pasea con sus historias por el arquetipo de mujer como género con problemas, sobreviviendo; maternidades (y paternidades!) demoledoras, como el cuento “Mamá” (p. 327).

“Los problemas de las mujeres no se acaban nunca. Una vida entera de problemas”. (p. 130).

Mujeres blancas, olvídate, no duran. La única manera (…) era enrollarme con alguien importante”. (p.193).

Madre soltera, alcohólica, sin dinero, patética e idiota social, que lejos de estar al borde del abismo, dispone de una visión clarividente de la sociedad y del mundo que le rodea. Una luz que nos arroja a los lectores que podemos reflexionar sobre nuestras sórdidas existencias y que nos crean las condiciones de posibilidad de una mirada crítica y transformadora de nuestro tiempo.

“No me veía capaz de dejarlo, creía que nunca podría cuidar de mí misma, mucho menos de mis hijos. (…) Yo había fracasado como madre”.
“El mundo sigue girando. Nada importa mucho, ¿no? Me refiero a importar de verdad. Sin embargo a veces de pronto, durante apenas un segundo, se te concede la gracia de creer que sí, que importa muchísimo” (p. 197)

En este sentido, la autora es capaz de captar la belleza en los lugares más infames y grotescos. Sus protagonistas transmiten serenidad a pesar de sus circunstancias, entre dramáticas y trágicas. Acompañada esta sensibilidad de un fino sentido del humor. Y su deliciosa concepción del amor, del “verdadero”, al estilo Haneke:

-¿Sabes qué, sucia rata? Al final aprendí a leer – le dije, y sus ojos de perdigón centellearon mientras se reía. Resultaba difícil darse cuenta, fue apenas un silbido de cañería oxidada que sacudió débilmente la cama abatible. Pero yo reconocería esa risa en cualquier parte.” (p. 126).

Las voces del narrador, así como de los personajes, construyen historias que dan todo el valor. Magistral es el cuento “El punto de vista” (p.75), en el que nos desmonta nuestros iletrados gustos y nuestro supuesto interés por los temas, proponiéndonos imaginar el cuento de Chéjov “Tristeza” en primera persona. No nos interesaría. Sin embargo, en tercera justifica la pasión por la lectura y la existencia de la que suscribe:

Caramba, pensarán, si el narrador cree que hay algo en esta patética criatura sobre lo que merezca la pena escribir, será que lo hay. Seguiré leyendo a ver qué pasa”.

Plataforma de producción y distribución de espectáculos, mediadora entre el mundo del libro y de las artes escénicas.