
Caminamos en la niebla de la superficial crudeza de la realidad. Igual es una frase un poco fuerte y gafotas para empezar la reseña de Todo abruma, de Dash Shaw, pero es la que mejor recoge el eco que resuena en mi mente desde que he cerrado el tomo. Y es que es difícil registrar y representar la vida cotidiana de las diez historias que se mezclan en el cómic. Cada día, vivimos nuestras circunstancias, trabajo, familia, relaciones amorosas, engaños, inseguridades y, sobre todo, dudas, incertidumbre e indecisiones. Si me preguntaran cuál es el tema de Todo abruma, dudaría a su vez entre la posibilidad de elegir del ser humano y su condición artística.

Uno de los personajes, el profesor Karetzky, enseña a dibujar al natural con un modelo real, Kay. Ambos se cruzan en la imagen, en lo que ven los otros y en la potencia de la mano que traza una línea que se convierte en una figura que representa a la persona. ¿Pero en qué sentido estamos hablando aquí de “persona”? La situación moral, los principios y creencias de los personajes, están en continua revisión. Aunque el tiempo narrativo es corto y está enmarcado en el clásico de la invitación a una boda del hermano ausente, podría haber sido un instante, donde se solapan capas de inconsciente, deseos, recuerdos y proyecciones.
Todo abruma es un buen título porque no es una lectura agradable, sino que se acerca al desasosiego. Tú podrías ser cualquiera de ellos y ninguno. Somos fragmentos y retazos de humanidad y de elecciones, que configuran la vida, la nuestra y la de los otros, con los que, como decía Bernhard, “mi relación es de total y absoluta incomprensión”. Otro personaje cierra los ojos conduciendo con niebla por el mismo camino de siempre, sencillamente porque el tedio de la repetición le vuelve loco o le impulsa a intentar una salida desesperada a esa rutina que vacía y que, en definitiva, no tiene sentido.

Como veis, la filosofía está en la base y en la interpretación de la reseña y de Todo abruma. Y también en alguna viñeta graciosa o, más bien, cínica, en la que se critica al sistema educativo también desde este lugar. Diría que es un cómic metaposmoderno porque ya nadie puede creer en los grandes relatos de la modernidad: el progreso, la educación o la paz perpetua a través de las instituciones. Pero en fin, probablemente tú no leas esto en el cómic porque en realidad no está. La gracia de una historia así es que cada lectora pondremos los cimientos sobre los que se sostienen las decisiones que son “el pan nuestro de cada día”.

Finalmente, Todo abruma se queda en la soledad. Las personas de ciudad, con nuestros ritmos y nuestra falta de conexión, con una misma y con las otras, nos ahogamos en una angustia aislada y superficial. Tras terminar de leer estos pedazos de vidas, pienso en por qué escribo en ordenador, y no con un determinado bolígrafo perfecto con una punta perfecta, en por qué llenamos de palabras vacías las conversaciones para justificar lo que hacemos, cuando querríamos hacer otras cosas, y por último, me vuelvo a declarar fan de la tortuga Moral, porque “en resumidas cuentas”, que diría mi abuela, “nada importa, nada tiene importancia”.
