Federico. No hay olvido, ni sueño: carne viva

Vivir el teatro es una experiencia arriesgada. Nunca salgo indiferente, siempre me emociono, a veces es rabia, a veces es alegría, a veces es orgullo y otras es un cúmulo de sensaciones como el caso de esta mañana cuando he ido a ver el pase escolar de Federico. No hay olvido, ni sueño: carne viva en Valderrubio. La compañía Proyecto 43-2 con la dirección de María San Miguel, que también actúa junto a Alba Muñoz y Pablo Rodríguez ha demostrado su valía profesional tanto en el ámbito de la interpretación y la dramaturgia como en el excelente trabajo de investigación y documentación.

La memoria histórica y la investigación de los desaparecidos enterrados en fosas comunes con el golpe de estado y la posterior guerra civil española que, tristemente, terminó en 40 años de dictadura, es un tema tan polémico y perseguido como necesario. Si se hiciera la misma campaña a favor de recordar los acontecimientos históricos como vacuna para evitar repetir errores y catástrofes humanitarias, como en el ámbito clínico y sanitario, quizás no tendría este tremendo nudo en el estómago, en las vísceras, presas del temor, del pánico, del terror a volver a sucumbir a fuerzas totalitarias.

Vemos a diario como se van haciendo cada vez más fuertes, ellos siguen su trabajo de alianza y de rearmamento para poder alzarse de nuevo. Las izquierdas nos sentimos en muchas ocasiones agotadas pero no podemos dejarnos vencer por sus miserias y su manipulación simbólica del lenguaje. Recupero la esperanza en la humanidad cuando asisto a propuestas escénicas como Federico. No hay olvido, ni sueño: carne viva.

A nivel pedagógico, es brutal el trabajo de análisis y transmisión de la información de la labor investigadora. En muchos momentos, ha venido a mi cabeza el magnífico libro de Marta Sanz, pequeñas mujeres rojas (con “p” en letra minúscula, como el reconocimiento que la Historia con mayúscula ha hecho de ellas). En esta novela, los restos fósiles, huesos, objetos y artefactos recuperaban la voz como personajes literarios. Un gesto de justicia que honra una vez más a la autora. María San Miguel sigue sus pasos cuando pone el foco (literal) en lo que ha quedado de todos los cuerpos maltratados, violentados, torturados y finalmente asesinados, arrojados a las fosas comunes por los militares opresores.

Son muchos los libros que aparecen en escena. Uno de los que me ha emocionado ver ha sido La araña del olvido, de Enrique Bonet, sobre la investigación de Penón en los 50 (mucho antes del aclamado Ian Gibson). Pero también es increíble el trabajo de “limpieza” de cara que hizo el régimen fascista del dictador publicando versiones morbosas y que vulneran los hechos en inglés y francés. Lo de plantar pinos en el barranco de Víznar para ocultar sus fechorías, no tiene nombre.

Sigo con ganas de llorar, porque no comprendo a este “humano demasiado humano” que comete terribles crímenes, porque la foto de ayer del que no debe ser nombrado y el otro de Israel sea prácticamente idéntica a cualquiera de Hitler con otro de los suyos, porque me duelen los siglos de lucha por el progreso y los retrocesos constantes, porque, a pesar de todo, la belleza y la esperanza persisten.

También me gustaría destacar el trabajo de Laura Campoy son su testimonio en la obra a modo de voz grabada, pero sobre todo por su encomiable labor como mediadora cultural. ¡Cuánta profesionalidad en la producción y la gestión de los grupos! Y no quisiera terminar este comentario sin aplaudir también el trabajo de escenografía de Karmen Abarca, pues aunque hay muchísima información en escena, no hace ruido, sino que simboliza y representa a la perfección las muchas hipótesis y capas que se solapan en estas investigaciones.

La ley del silencio y la represión, es decir, los 3 ejes que señala Marta Osorio en su libro: “Miedo, olvido y fantasía” han dificultado y dificultan el rescate de la memoria de las personas violentadas y asesinadas. Sin embargo, cuando se estrenan obras como Federico. No hay olvido, ni sueño: carne viva una ventana se ilumina y algo de luz, no la prodigiosa, entra para ver mejor la escena. Que mis hijxs no conocieran el “terror caliente” es motivo de angustia. Ellxs han crecido en democracia y por mucho que las historias y las canciones siempre estén cerca, las huellas se van borrando y las mentiras ganando poder. Hoy hemos removido las aguas turbias de la historia reciente de España para no olvidar, para seguir oponiendo resistencia al levantamiento del fascismo emergente de nuevo y para que la paz se imponga a las lógicas de dominación.