Escribo tímidamente porque lo mío es leer. Ya sabéis eso de: “Eres dueña de tus silencios, y esclava de tus palabras”. Y, sin embargo, quiero expresar un año más con motivo del Día de las Librerías (13 de Noviembre) mi amor por estos espacios de encuentro.
Ya no trabajo de cara al público vendiendo libros. Nunca lo hice en realidad. Siempre dije -y me mantengo- que yo trabajo para que la gente lea. Sea vendiendo libros, sea prestándolos en la biblioteca, sea organizando ferias del libro.
Hoy en día escribo más que hablo. Curiosa vuelta de tuerca para una Lectora Profesional. Y por eso escribo esto. Para sumarme a esa ola general #endefensadelaslibrerias. Modestamente contribuyo con mi club de lectura #horadeteylibros, en colaboración con Ubú Libros, en el que hemos leído en la última sesión -por desgracia, virtual- “Canto yo y la montaña baila”, de Irene Solá (Ed. Anagrama).
Así, el primer contrafuerte es un argumento, sí, pero como si se tratara de una pulsión o de un deseo irrefrenable, pues quienes comprendemos el mundo a través de las letras, necesitamos los libros. Particularmente en formato papel. Sí, esos pequeños y bellos artefactos que son vendidos en librerías, producidos por editoriales y antes escritos por autorxs, y que, como defiende la premiada Irene Vallejo, en su “El infinito en un junco” (Ed. Siruela), llevan sobreviviendo siglos a su anunciado apocalíptico final. Igual que nuestro corazón late, del mismo modo que Ulises se enfrentaba al Cíclope Polifemo y navegaba entre obstáculos de Poseidón, así quienes leemos defenderemos las librerías hasta el final de nuestro aliento.
Puede que sea en un poema donde encuentres esas palabras que sinteticen tu estado de ánimo. Puede que leerlas signifique que no estás solo, a pesar de la distancia social. Puede que se refieran a algo que has pasado recientemente, sin saberlo, ni siquiera tiene que incluir la palabra “madre” como en este de Irene Sola. Puede que aunque lo leas con la mirada gacha, al respirarlo, te haga levantar la frente, observar las nubes, digerir las letras como cuando comen los pavos y reinterpretar el horizonte hacia el que queremos caminar. No es tan loco. Pasa a diario.
Y aunque los encuentros virtuales no sean lo mejor -ni de lejos- al menos nos proporcionan placeres como escuchar a Ana Mañeru y a María García Zambrano, conversando con Adrianne Reich, en el evento organizado por la Librería Mujeres&co. Y así recordamos frases como que la “re-visión es un acto de supervivencia” («Cuando nosotras las muertas despertamos»), pues un texto (letras, experiencias, recuerdos, cuerpos) asimilado, si lo miramos desde lo aprendido, igual nos salva la vida. Hoy día también puede pasar que nos deje paralizadas como en el magnífico poema sobre la mujer de Lot, de Wislawa Szymborska, que nunca me cansaré de recuperar:
Así que a modo de despedida, os invito mañana a ir a vuestra librería de referencia, comprar libros, llevarle un café a esa librera que os conoce y sostiene y ser creativos con las propuestas que ofrecéis o que surgen espontáneamente, como cuando la semana pasada nos juntamos a leer y escuchar el magnífico han de Rubén Llorach en el pinar, al aire libre, seguros, ardientes ante las historias, viviendo. Ahora es el momento de imaginar y no rendirse, pues los gigantes no son molinos y arrasan donde no hay resistencia. Leer mola, leer es un placer y el gesto lector empieza en las librerías.