Mi lectura de Klemperer en “HEROÍSMO (en vez de un prefacio)” combinada con Bauman.
Coincido plenamente en que algunas palabras soportan mejor el paso del tiempo. Se adaptan, mutan, se travisten. Son fluidas, o “líquidas”, que diría Bauman. Uno de estos campos semánticos que ha conservado el patriarcado es el del héroe, lo heroico o el heroísmo de Klemperer, en su uso por el nazismo.
Como escribe, algunas palabras surgen en un momento histórico pero que no aguantan la deriva de la lengua y, en un momento dado, desaparecen, dejando su existencia como un fósil: testimonio de la situación que las creó para ser interpretadas por los futuros. Un pensamiento un tanto ingenuo paro alguien que vivió, o mejor dicho, sobrevivió al nazismo. Como si las palabras fueran algo más que significantes, es decir, formas en constante movimiento y resignificación. ¿Qué palabra ha designado el mismo concepto en civilizaciones distintas, con culturas distintas o en tiempos distintos?
Klemperer confía en que se produzca una “desnazificación”. Cuanto mayor poder consigue VOX más me cuesta creerlo con él. Y, coincido de nuevo en su argumentación: para que desaparezca la ideología, deberá hacerlo también el “lenguaje del nazismo”. Si fuera una maestra de la sospecha, como en su momento clasificaron a Nietzsche, entre otros, rozaría la conspiranoia, pues parece que el discurso opresor es regado y refrescado una y otra vez por algún que otro poder. Desgraciadamente el cuarto tiene mucho que ver aquí. Aunque ahora sus manifestaciones transciendan sus mass media originales. Con Audre Lorde, ya sabemos que “las reglas del amo nunca acabarán con la casa del amo”.
En fin, volviendo a Klemperer, como lingüista sui generis, ofrece ese recorrido cronológico y afirma que mientras “hablábamos” de “democracia, humanismo, cultura” surgían las expresiones “comportamiento heroico”, “resistencia heroica” o “heroísmo en general”. Esa generación que en 1933 “apenas había superado el abecedario”, vio la palabra “heroico” vestida de “tres uniformes, pero nunca de paisano”. Bauman hará su recorrido desde el mártir hasta la celebridad pasando por el héroe. Ambos ajustándose la gabardina de Hammet, apurando un cigarro con una sombra proyectada por la farola, intentando seguir las huellas de una evolución que no pertenece a Kronos sino a Aion. No es la sucesión o secuencia, sino la apropiación, usurpación, ocultamiento y deformidad del uso.
HÉROES, GLORIA Y OTRAS PATRAÑAS
Y, sin embargo, le sigo en su relato, me quiero dejar convencer, me gustaría creerlo. Ahora repasa a los agentes de la SA con sus primeros “héroes”, a los que Hitler describe como “vencedores cubiertos de sangre”. Idéntico vocabulario en Goebbels cuando narra su lucha por Berlín. Y es que en cuestión de “Gloria”, los alemanes nazi van a la par que los italianos, “el esplendor más grande, nunca más alcanzado, corresponde a los inicios”. ¿Así que entonces hay una causa original y un telos en la esencia de la palabra, eh? Significa ahora X porque hubo algo que en su principio le dio ese sentido. Ecos de “Sentido y Referencia” y de “Diferencia y Repetición”. Sospecha de nuevo.
El relato continua escrutando el segundo uniforme que es el de corredor de coche, pues aunque el vocabulario es el del boxeo, la imagen del fallecido Bernd Rosemeyer cobró tanto reconocimiento como el líder de la SA asesinado en 1930 Horst Wessel (segundo himno nacional). Característica principal: voluntad de conquista y una determinación a seguir hacia delante. ¿Perdona, pero Cristobal Colón sería entonces un héroe? ¡Uf!
Luego será el conductor de combate. A mi memoria acude la etimología, que también está en los inicios, y que llama Duce al líder fascista italiano, como el verbo “conducir, dirigir” latino: “duco, ducis, ducere”. Y del que, mutatis mutandis, viene el “duque” de la lengua que compartimos, que por ser primavera, llamaremos “español”.
Y aquí ya sí que no podemos mirar hacia otro lado y debemos sacar a relucir el nombre que nos convoca. Ulises. Odiseo. “Para el heroísmo no solo se necesita tener coraje y jugarse la vida. Eso lo consigue cualquier matón y cualquier delincuente. En su origen, el héroe es alguien que realiza actos positivos para la humanidad”. El heroísmo de los deportes no es auténtico por ser “demasiado ruidos, demasiado lucrativo, demasiado satisfactorio desde la perspectiva de la vanidad”. Este sería el de las celebridades de Bauman. ¿Podemos llamarlos “ídolos”? Pregunta: ¿por qué no recoge esa RAE a las “ídolas”?
Y la vuelta de tuerca final, reubica el camino trazado y pone los puntos sobre las “i”. Los verdaderos héroes silenciosos estaban en los campos de concentración, donde el peligro era mayor que en el campo de batalla. Y sin ese “elemento decorativo”. O esas esposas arias que resistieron todas las presiones para que se separaran de sus maridos judíos. Heroico entonces Klemperer como el rasgo principal de aquellos invisibilizados por la Historia, con mayúscula, que va a ser que no atiende al final de la misma, ¿eh, Fukuyama? Bauman los llamaría mártires. Sucumbieron (en su mayoría) a la realidad gratuita del mal (Primo Levi). Algunos mostraron resiliencia (dirá el neoliberalismo sin escrúpulos) y salieron con ¿vida?
Cuando ya perdían en 1941, como solo informaban de sus victorias, la palabra “heroicamente” sonaba a “necrología”. Ya nunca les creyeron… Y es que tanto al héroe, como al mártir, como a la celebridad (o ídolo) hay que creerlo. Si no creemos su historia, nunca alcanzarán su posición. Sí, vale, suena muy constructivista, pero ¿quién puede hablar de esencialismos en tiempos de posverdad?
No, Descartes, si no te reconozco, no estás tranquilo ni seguro de tu existencia. Esos individuos que el patriarcado a presumido al margen de la corriente colectiva son los que más los necesitan. Si algo hemos aprendido de La Odisea de la pandemia, es que todos somos vulnerables e interdependientes, y que ningún mártir, héroe o ídolo podrá existir ni “liderar”, si no cuenta con la fuerza del “pueblo”, del “folk” o de las costumbres (también valen las conceptuales).