Reseña La clase de griego, de Han Kang

¿Qué me cabe esperar? es una de las grandes preguntas planteadas por “el kantoso” (como llamábamos en la carrera a Immanuel Kant,) pero también es un tema que recorre el último libro traducido, La clase de griego,  de la recién premiada con el nobel, Han Kang. Digo que esta pregunta atraviesa el texto porque lo que más ha sorprendido en el club de lectura de la asociación #horadeteylibros es que la protagonista no hablara. Ha habido debate en si era una decisión, quizás una decisión política equivalente a la de no comer carne de “la vegetariana”, o bien una anomalía, como si tuviera afasia. En lo que estábamos de acuerdo las lectoras de Un mundo feliz, es en que no era sorda y en que no tenía intención de hablar.

Ha sido un acierto, que demuestra la inteligencia narrativa de la autora coreana, el juntar en esta historia a esta mujer con el profesor de griego que se está quedando ciego, como le pasó a su padres y a otros ascendientes. Sencillamente con estos rasgos, el marco de referencia salta por los aires. Como lectoras, no veíamos posible la comunicación, ni siquiera la realización existencial («no me chilles que no te veo») o incluso la alegría, con esta premisa, hasta que Han Kang nos acompaña en la confirmación de que es otra de las reducciones contemporáneas.

La clase de griego nos recuerda que hasta hace muy poco a una persona que se declarara homosexual, le preguntaban por qué, en lugar de preguntarle también, como mínimo, a quien se definiera como heterosexual. Por desgracia, en muchos círculos esta estructura hegemónica sigue limitando las posibilidades existenciales. Digo que nos convoca a otra pregunta similar: ¿por qué una mujer va a querer dejar de hablar? ¿Cuánto dolor ha vivido y cuán inútil ha sido la palabra en su trayectoria para tomar una decisión así? 

Uno de los diálogos ha girado sobre esta cuestión porque nos cuesta entendernos como seres humanos sin la palabra mediadora y socializadora. Sin embargo, aquí recordamos que este es sólo uno de los medios para encontrarnos, entendernos o querernos. La mirada, la palabra y el tacto, son tres ejes básicos, pero ni los únicos ni necesariamente los mejores.

De nuevo el capacitismo, otra estructura reduccionista pone el acento en las limitaciones de las personas con diversidad funcional, en lugar de poner el foco en la cultura o sociedad construida en torno a esos tres ejes. La protagonista y su profesor de griego, en el campo unificado de esta lengua fundadora de la civilización (tal y como lo han entendido muchos pensadores en Europa), reinventar el signo, crean la intersección entre sus proyectos, en una delicada, sutil y sensorial historia de afectos.

Además La clase de griego es un ejercicio lleno de belleza y simbolismo. Como nos trajo Noemí, ella sería el congelamiento, la frialdad, los copos de nieve que absorben el ruido y ralentizan el momentum. 

“Si la nieve es el silencio que cae del cielo, tal vez la lluvia sean frases precipitándose interminables.

Las palabras caen sobre la acera, sobre las azoteas de los edificios, sobre los charcos negros, salpicándolo todo.

Las oraciones en mi lengua materna se acumulan en las aguas oscuras” (p.160)

Él sería la oscuridad, pero no la sombra en su sentido siniestro, sino la multiplicidad de matices en los azules de la penumbra, la riqueza de las texturas que apaga el órgano visual cuando dirige la percepción, así como la posibilidad de reconsiderar qué y quién importa en cada uno de nuestros días.

“Resplandor.

Penumbra.

Sombra.

Me he pasado tres días mirando al techo sin ponerme las gafas, sintiendo los sutiles cambios en la intensidad de la luz que esas simples palabras no pueden expresar” (p.112)

En conclusión, esto deja mucho por decir y apenas podría clasificarse como una reseña. Faltaría hablar de la filosofía, de su amigo siempre caminando por el borde de la vida y la muerte, del coreano como lengua materna impregnada de dolor y traumas, de escenas durísimas y crudas, como cuando su perro es atropellado, de la maternidad como caso excepcional de la incomprensión con el otro, del desarraigo, de la incomunicación o de la soledad del migrante. Todas estas líneas de fuerza y posibles lecturas caben en La clase de griego lo que demuestra que es un gran libro y que merece ser leído.

Deja un comentario