
Siendo hoy 25 de marzo del 25, “Sostiene Pereira” que la “Crónica de una muerte anunciada” ha hecho que “Nada sea hoy de lo que soñé”. Pensaba escribir un pequeño reportaje con lo acontecido desde el viernes, pero no sé qué saldrá de estas letras, que vuelan libres (y que ya esperan ser castigadas antes siquiera de haber roto el blanco de la página del procesador de textos).
Quería hablar del maravilloso encuentro con Raquel Paiz en la librería Un mundo feliz, el viernes 21, con motivo del Día Mundial de la Poesía. Porque allí nos leímos sus poemas y transitamos su dolor con el nuestro, pero también su esperanza y su apuesta decidida por la vida. Y de hecho hoy, todo lo que compartimos me sirve para levantar el ánimo y despegar este cuerpo aniquilado por la cruel indiferencia de una comunidad educativa, cada vez menos cohesionada y, por tanto, menos comunidad, y cada día, desde luego, menos ligada a la paideia y más al vigilar y castigar.

Quería agradecer a Juan Alejandro y al Colectivo Filopoiesis su compromiso e implicación con estas formas de aprendizaje respetuosas con la población y sus diferencias. Vino a presentarnos el mismo viernes la antología de relatos premiados de Isabel Hernández, “La migración de las mariposas” que contribuirá a la financiación de un documental sobre Pablo Freire. Así como la palabra y la escucha sirvieron para conocer y convivir con la población mapuche (sabiendo que ha habido y sigue habiendo mucha más opresión que respeto y apoyo mutuo), así deberíamos aprender a vivir en paz con los otros.
Hoy quiero señalar el estado de guerra en el que habitamos este mundo: con nosotras mismas, con las otras, con la misma tierra y con el futuro. No vengo a descubrir nada, sólo a sumar otra voz en la denuncia de las incoherencias y perversiones que en acto y verbo recibimos a diario. Aunque vuelvo a la cruel indiferencia, que es lo menos asimilable en un martes ciego. No es que miremos ya a otro lado sabiendo de la injusticia cometida a nuestra vera, es que ni siquiera está en el radar, se vuelve invisible, la descartamos, la despreciamos. Y luego están los otros, que la convierten en odio.

Quería hablar del encuentro de la asociación El parto es nuestro, a la que pertenezco desde hace más de una década, con Cazorlacta, online por la tormenta, hablando y compartiendo saberes sobre violencia obstétrica. Otra de las violencias de género que si no son nombradas, no serán reconocidas y, por tanto, con posibilidades de ser erradicadas. Me sigue desgarrando escuchar a otras mujeres contar sus relatos de parto a cuál más sádico. Somos muchas las mujeres traumatizadas que hacemos todo lo posible por sanar nuestra herida e intentar evitar que les pase a nuestras hijas y a las hijas de nuestras amigas. Pero el sistema es fuerte y no tiene oídos. No quiere escuchar la crítica, no se sabe responsable ni puede ver con esos ojos de botón.

Quería hablar de la poesía y de la razón poética, de su potencia. No como arma, no me gusta esa imagen, ya hay demasiado belicismo y romanticismo bélico en estos tiempos. La poética como acción transformadora, desde el sosiego, la rabia o el gusto. Quiero vestirme con palabras que no duelan, disfrutar de su tacto, aislar el roce del vello de la piel con sus texturas, permanecer en ese presente y volver con fuerza y ánimo para enfrentar esta cruel indiferencia.
