La utilidad de la familia, de Miguel Ángel Angulo

LA UTILIDAD DE LA FAMILIA, MIGUEL ANGEL ANGULO

Comentábamos esta mañana en la librería Un mundo feliz si el título debería haber ido entre signos de interrogación. ¿Hasta qué punto podemos hablar de La utilidad de la familia? Varios ejes recorren este poemario de Miguel Ángel Angulo. La memoria, la soledad, la crianza, las dudas, el agradecimiento, la distancia entre las relaciones e incluso la familia como institución social y cultural, especialmente en su versión heteronormativa. Todos estos ejes se integran en el transversal de la identidad: ¿quién soy yo?

Este ejercicio reflexivo, en su sentido gramatical y existencial, recorre cronológicamente una posible vida. Comienza con el Parto y termina en una Apostasía de la sangre. Para ello, Miguel Ángel Angulo nos confesaba que había tenido que bajar al pozo de su genealogía y volver a subir, recomponiéndose, en los últimos 6 años. Un recorrido articulado con la crianza de sus hijos y una pandemia en medio. Al fin y al cabo, ¿no hacemos eso cada una de las personas que componemos esta gran familia de la humanidad cada uno de nuestro días?

En alguno de los poemas de La utilidad de la familia ese sujeto cognoscente se desdobla para preguntar a un tú, que es él mismo, por las consecuencias de su decisión o por el sentido de una separación o de un abandono. Quizás la oruga de Alicia en el país de las maravillas recogió la pregunta clave: ‘Who are you?’ Un gracioso juego de letras y de palabras entre lenguas: frente al yo del español el you del inglés. Una “u” que cambia la dirección de la mirada y así reordena este ecosistema que es la familia.

Por otra parte, nos damos cuenta de las conexiones entre nosotras al leer en voz alta diversas situaciones que aparecen como el episodio de la Comunión y la gran decepción, al no entrar en éxtasis con el tan anunciado dios y ausente ese día. Esa pérdida de la magia que en la infancia había sostenido la instrucción religiosa y que no cumple con sus promesas en un día tan señalado y siendo tan señalado a su vez quien lo hace.

Porque la familia es un arquetipo, bastante rígido en su versión nacional católica que es la heredada en España tras la dictadura franquista. Aunque ese hedor conservador se haya disuelto y confiando en que no puedan regenerar esas momias, las estructuras simbólicas y los roles familiares siguen jugando un papel en la construcción de nuestra identidad. Ya sea porque los aceptamos y continuamos los mandatos de género, de clase o de ideología. Ya sea porque nos enfrentamos y optamos por nadar contracorriente cual salmones obcecados con llegar al origen de nuestra familia.

Siempre que se habla de familia yo pienso, siento y deseo hablar de mi maternidad. Ese acontecimiento devastador que es pura apertura. Por ello, esta mañana también he llevado uno de los versos más afilados de Silvia Mistral, en su poemario Madrépora: “Nada soy, ahora, de lo que soñé”. Pues tanto en la perspectiva de formar una familia como en la maternidad brotan todos los estereotipos y sesgos posibles.

Algunas nunca quisimos ser madres hasta que lo fuimos. Yo estaba convencida de que procrear era un gran error existencial. Tras los embarazos y partos, me cuesta afirmar que sigo pensando lo mismo aunque sienta de otra manera. Porque aquí volvemos a caer en la falacia de la Ilustración o, al menos, en una de las más grandes. A saber, que volviendo conscientes las heridas, las contradicciones o la falta de razones, actuaremos en coherencia y de manera justa, siendo racionales. ¡Qué graciosos que eran estos señoros, de verdad!

Con todo, si en algo podemos acordar que existe La utilidad de la familia es que es uno de nuestros interlocutores más potentes. La de origen no la hemos elegido. La creada, al menos en algunos de sus momentos o de sus circunstancias, debemos admitir que sí. En ambos casos, son presencia y acontecimiento absoluto. A través de la escritura, los poetas, las autoras toman la distancia que necesitan para sanar el daño, integrarlo en su río vital y procurar no sucumbir a los guiones marcados por la sangre. Hablando de sangre, hemos quedado en que la próxima vez, el encuentro será al anochecer y regado por alguno de los vinos que tan bien conoce Miguel Ángel Angulo. ¡Gracias por habernos leído y haber venido a compartir tu viaje!

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