¿Así es la muerte? 38 preguntas mortales de niñas y niños, de Ellen Duthie y Anna Juan Cantavella (textos) y Andrea Antinori (ilustraciones)

Si buscas el típico libro didáctico que te lleve de la mano por diversas ideologías que giran sobre el concepto de muerte, no lo vas a encontrar en este magnífico proyecto de Wonder Ponder. ¡Gracias a las diosas! Este es un artefacto filosófico en toda regla. No es narración ni un catálogo de emociones. A pesar de que en la portada se deje claro que son preguntas “¡Con respuestas!”, ¿Así es la muerte? no pretende llegar a una sola conclusión porque como dijo Primo Levi, “no me dan miedo los problemas, sino las soluciones”. De hecho, además de observar este hecho, en el club de lectura Enredada de la asociación de LIJ Uguburú, nos ha encantado su estilo epistolar, siendo el motor de la reflexión las preguntas recibidas (tanto las seleccionadas como las maravillas que se han quedado en las guardas del álbum).

Ellen Duthie resiste en la pregunta inmortal poniendo en juego la acción filosófica en cada uno de sus proyectos. En este caso, este presioso álbum recoge 38 preguntas de niñas y niños que han recibido entre muchas otras durante 3 años. En este tiempo, han visitado aulas y han dialogado sobre uno de los temas universales, que está en toda la literatura, en toda la filosofía y en todas las religiones: la muerte. Ahora sí, no me gustaría estar en el pellejo de ese proceso editorial: ¿qué criterio han seguido para elegir las preguntas? ¿Cómo han sintetizado y decidido qué se quedaba en la respuesta y que no salía en el resultado impreso?

Por otra parte, si yo fuera profesora o tuviera un grupo con el que trabajar con continuidad, un conjunto de seres humanos que idealmente huyeran de la prisa y se regocijaran en la lentitud de la reflexión y la curiosidad… Si yo jugara este papel, digo, sin dudarlo, dedicaría un tiempo cada jornada o un día cada semana a estas preguntas. Por ejemplo, la 26, seguro que ha habitado los corazones y las mentes de muchos chaveas: “Y si me muero, ¿qué será de mi consola? (Gael)”. Pues desde esta inquietud, lo genial de esta propuesta es que no sale una respuesta, sencilla, directa y hegemónica. Muy al contrario, las preguntas son oportunidades de apertura, activadores de pensamiento y generadores de horizontes de sentido.

Es cierto, que algunas de estas cuestiones son muy prácticas, pero hay de todos los tipos: ¿Qué sientes cuando te envenenan?, ¿por qué nos incomoda hablar de la muerte? O ¿quién cuida de los hijos cuando los papás mueren? En nuestra sociedad, donde rige la conspiración del silencio en el final de la vida (como explica Antonio Granadilla, psicólogo especializado en duelo), hablar de la muerte se ha convertido en un desafío. Siendo como es una de las necesidades humanas por naturaleza. Es cierto que yo he echado de menos un acercamiento más poético, evocador o tierno. Pero estas son mis preferencias y poco o nada tienen que ver con este comentario.

Lo curioso además de estas preguntas es que están relacionadas. Carmina Pérez, editora de LIJ de Anaya, nos comentaba que había escuchado a Ellen Duthie hablando de sus mapas conceptuales. Se nota en la lectura de este álbum enciclopédico, riguroso y con un tono amigable, que el contenido está muy, pero que muy trabajado. A mí me recordaba a Rayuela de Cortázar. Y pensaba en lo que cambia si te preguntas primero por el sentido de la vida que termina en el proceso de la muerte o de si duele que te envenenen o si existe alguna posibilidad de irreversibilidad de la muerte.

En lo que coincidimos varias lectoras en el comentario es que no se trata de una lectura que se haga tranquilamente del tirón, como si de un cuento se tratara. Más bien es un libro-amigo, que está a tu lado, con el que dialogas, que te abraza cuando lo necesitas y te dice unas cuantas verdades en otros momentos que también te viene bien. A René Morante, profesor de filosofía de secundaria y co-coordinador del proyecto de “Pensar la muerte a través del manga”, junto con Antonio Granadilla, le hubiera gustado encontrar también algunos dilemas o contradicciones explícitamente reflejados en el planteamiento. Es decir, no seguir las diversas conceptualizaciones del campo semántico mortal sino enfrentar a las lectoras con sus propios pensamientos inconsistentes. Todas estamos seguras que Wonder Ponder lo ha hecho en los 3 años que ha desarrollado esos talleres en el aula.

Así que sólo me queda despedirme de esta reseña con una batería de preguntas reactivadas desde la lecturas de estas interrogantes. Porque si muchas criaturas tienen miedo a dormirse por si no pueden despertarse y mi hijo mismo temía, durante un tiempo, la idea de la muerte como una oscuridad total y pegajosa, física y percibida desde la autoconciencia, ¿será que no podemos pensar la muerte? ¿Será que no podemos pensar la nada? ¿será que estos son los límites del pensamiento o de la razón o del conocimiento y sólo podemos acercarnos por negación, reducción al absurdo o en las relaciones de otros objetos de conocimiento que sí podemos pensar? ¿O será que el pensamiento no es el canal y acertaríamos más desde las emociones, la práctica corporal, los rituales, la poesía o la evocación solemne?