Título | En la celda había una luciérnaga |
Autoría | Julia Viejo |
Editorial | Blackie Books |
Fecha publicación | 2020 |
Páginas | 184 |
ISBN | 978-84-18733-79-6 |
Categoría | Selección de cuentos |
En la celda había una luciérnaga es el título pero también la primera línea del primer cuento. ¿Por qué la Biblia no se habrá llamado “En el principio era el Verbo”?, me pregunto. Al fin y al cabo también es un conjunto de relatos. O de cuentos, o de historias, o de alguna de las categorías narrativas en las que la humanidad, sobre todo académica, busca para clasificar las narraciones. Parece que la lucha eterna se da entre el considerado hermano menor, es decir, el cuento y el hermano mayor, es decir, la novela.
Cortázar decía que el relato o cuento se asemeja a un círculo, redondo y perfecto, donde cada punto se sitúa equidistante al centro. La novela ramifica como un árbol, en el que de cada rama, puede salir otra rama y a su vez otra y así ad infinitum. El microrrelato aporta además ese giro de guion basado en tus creencias y expectativas, que te deja con la boca abierta y preguntándote un rato si acabas de leer lo que acabas de leer.
Lo que ocurre es que la mirada de las buenas escritoras, como es el caso, nunca está en el centro. Más bien diría que es excéntrica, fuera de lugar, dislocada. Coge tu cuello y te hace mirar a ese punto de fuga del horizonte donde todo lo que has leído y vivido se deforma como los árboles en la perspectiva cónica. Es precisamente en este espejo negro de la ficción donde tiene sentido mirarse. Son estos cuentos los que quiebran las máscaras de nuestros personajillos diarios y posibilitan acercarnos a una existencia auténtica.
En la celda había una luciérnaga incluye microrrelatos, como El niño gilipollas o Idealista, pero también una suerte de enumeraciones significativas como Inventario, que personalmente me ha encantado. Que haga mención a la bufanda del Rayo Vallekano es pura casualidad. Como vallekana, obviamente este guiño saca mi sonrisa, pero es como lectora profesional donde aplaudo su ingenio al construir esta arquitectura de referencias.
A Julia Viejo se le ha comparado con Ana María Matute quizás por esa ingenuidad infantil y madura de manera simultánea que honra a la gente menuda y aviva la ilusión de las personas adultas con la piel seca. No sé qué habría sentido si hubiera leído uno solo de los relatos de En la celda había una luciérnaga en lugar de todos. Aunque he tomado mi tiempo para digerir cada una de las 35 propuestas, siento que mi mente y mi cuerpo han buscado y encontrado las semejanzas. El humor, lo irracional, el aplauso de lo cotidiano y lo asombroso a la vez. ¿Tú cómo lees las antologías o colecciones de cuentos?