«Insolación», de Emilia Pardo Bazán

TítuloInsolación
Subtítulo(Historia amorosa)
AutoríaEmilia Pardo Bazán
EditorialSial/Narrativa
Fecha publicación2021 edición conmemorativa. Original 1889
Páginas201
ISBN9788418333828
CategoríaNovela costumbrista, naturalista

“Jartica me hallo” de leer notas de prensa y post queriendo hablar de la doña, Emilia Pardo Bazán se entiende, y no hablando más que de los hombres a su alrededor: que si sus cartitas con Benito Pérez Galdós o que si la dedicatoria de Insolación habla de un lío amoroso con el susodicho José Lázaro Galdiano.

La edición que hemos leído en el club de lectura Hora de Té&Libros no me resultó muy seductora al principio, pues yo esperaba un cartoné al estilo incunable de la BNE. Pero nuestra librera de referencia, Marian Recuerda, de Ubú Libros, trajo la que resultó ser una apuesta bella y útil, que incluye las ilustraciones originales de José Cuchy de 1889 y una práctica introducción de Miguel Losada, responsable de la edición.

Esta “Historia amorosa”, como reza el subtítulo, es famosa por ser tachada de “pornográfica” por algunos críticos casposos de su época, y bandera de la libertad y el deseo femenino por otras miradas mejores y contemporáneas. Sin embargo, lo primero que quiero compartir con vosotras es el tremendo alivio que ha supuesto para una vallekana de pro como la que firma aquí, leer castizo, escuchar esa voz de chula de finales del s.XIX con la que me he regocijado.

Si siguiera yo los protocolos y me preocuparan las “chismografías” virtuales como a la protagonista Asís Taboada, marquesa (viuda) de Andrade, tendría que continuar la reseña con una sinopsis de la narración y una enumeración de los personajes. Pero es que la curiosidad y el impulso a explorar otros terrenos es más fuerte que el satisfacer las expectativas sociales. Esta sed de excepcionalidad, ese ardor, no lo provoca en mi caso ningún sol de la pradera de San Isidro, sino el hastío veraniego.

“Las horas corrían derramando en el espíritu de Asís el opio del fastidio” (p. 113).

Y a falta de un galán canalla y gaditano como Diego Pachecho que me vaya engatusando (que ya os digo que tendría que tomar mucho colacao), sentirme libre para caminar por el borde de un comentario textual excita mi alma. Lejos de marearme y sofocarme como ese insólito calor del Madrid de finales de siglo que tan magníficamente describe doña Emilia, estos laberintos hermenéuticos conducen a la diversión cómplice de los pasajes que te harán reír, donde cada elemento natural tiene doble sentido.

“Venga un río, un río de mi tierra, para agotarlo de un sorbo” (p. 89).

Pues las referencias a la Galicia natal de la autora son constantes, también por su paisano Gabriel Pardo, que pareciendo un amigo y aliado feminista, decepciona a medida que las pasiones se van mostrando y transcienden sus expectativas de compartir charlas y paseos con la “santa viuda”. Será este personaje el que al comienzo del libro suelte peste sobre el país que habita aprovechando para mostrar su nacionalismo rancio, su racismo asociado, su desprecio por las “clases bajas” y un patriotismo hediondo que enfatiza además las diferencias norte/sur, también representadas entre Galicia y Cádiz, o sea, entre amantes.

Y es que lo que Gabriel atribuye al sol no es más que una metáfora del deseo sexual femenino. Cierto que mucho han escrito sobre si habla de la borrachera o del calor o del sofoco social por estar transgrediendo normas conservadoras y machistas. Sin embargo, en la crítica canónica y erudita, no me voy a meter. Pero sí que voy a dejar escrito, como acto performativo, que lo que yo leo es un deseo ardiente de libertad femenina. Un mar interior que no le cabe en el cuerpo a la marquesa, con su “manía náutica” tan pertinente para describir los estados alterados de conciencia como es el irse enamorando. Aunque sea de tremendo crápula.

Porque una ya no puede hacer oídos sordos o mirar para otro lado cuando lee pasajes de violencia de género, como este liante y tunante gaditano, que manda callar a la marquesa, que le dice que se tape la cabeza o se suicida, que le grita en el almuerzo y recurre a afirmaciones como:

“Estás enamorada de mí… Poquito a poco te ha ido entrando… y así que yo te falte, se te va a acabar el mundo” (p. 183).

“Su rostro, descompuesto por la cólera (…) mejoraba infinito” (p. 183).

Alimentando de nuevo el mito del amor romántico (adivina como termina) y esa absurda idea de que a las mujeres libres les gusta que les traten en plan estrategia bélica con un poquito de ira para llegar al éxtasis de la belleza. Vaya, que no voy a criticar a la ejemplar, luchadora y modelo de Emilia Pardo Bazán. De nuevo, solo compartir mi lectura, que hace que rechine los dientes, cuando veo a esa viuda “libre” que no debe cuentas a nadie y que tiene para hacer lo que guste, preocupada por si la Diabla de su criada le pilla en un renuncio o enredada en amoríos tóxicos como este.

Así que tenemos tarea para los comentarios en nuestra sesión del 15 de Septiembre siempre que el verano nos conceda la gracia de seguir siendo críticas y no sucumbir al prejuicio de Gabriel Pardo: “No bien asoma [el sol], produce una fiebre y una excitación endiabladas (…) Se nivelan las clases ante la ordinariez y la ferocidad general” (p. 38-39). Porque, al fin y al cabo…

“Si la cosa no hubiese pasado de aquí, creo sinceramente, lector amigo, que no merecía la pena, no ya de narrarla, sino hasta de mencionarla en estos libros de memorias y exámenes de conciencia de la humanidad, que se llaman novelas” (p.198).