«Las devoradoras» o vivir sin hambre

Reseña de «Las devoradoras», de Lara Williams

TítuloLas devoradoras
AutoríaLara Williams
OriginalSupper Club
TraductoraLaura IBáñez
EditorialBlackie Books
Fecha publicación2021
Páginas336
ISBN978-84-18733-01-7
CategoríaTragi-Comedia

“Mi hambre desmesurada y voraz era un auténtico horror. Me sentía monstruosa engullendo toda la cantidad de comida que quería y el ansia crecía a cada bocado” (p.24)

En esta lengua que habitas conmigo tienes la suerte de contar con significantes o palabras como “apetito” que apuntan al deseo carnal o sexual pero también al hambre o a las ganas de X. Lara Williams trata a sus personajes de “Las devoradoras”, Roberta y Stevie principalmente como caracteres guiados por el “hambre” en un vínculo magnético entre comida y amor.

“Toda mi vida estaba dominada por el tira y afloja del apetito; por querer devorar pero también ser devorada” (p.58)

Nunca he entendido a esas magníficas personas que se relajan cocinando o que se sienten realizadas con la creatividad necesaria para preparar comidas. No me vayas a entender mal. Las respeto muchísimo, incluso podría decir que las adoro. Sobre todo, porque aprecio la degustación del sabor y valoro el equilibrio en la nutrición. Sin embargo, detesto el acto de cocinar. Siento que estoy tirando mi vida al retrete.

Por eso, los pasajes del libro que se dedican a detallar los menús, incluso con alguna suerte de recetas, me han distanciado de la historia. Encajan y para todas aquellas almas que disfrutan con la cocina y la comida son absolutamente coherentes con el “club gastronómico” y ese maridaje de libros, comida y bebida.

Dice la autora que, como escritora, también quería ocupar espacio en su libro “Las devoradoras” de manera paralela a la pulsión que motiva a sus personajes. Dejar de vivir cohibidas y forzar los límites de la comida, la bebida, las drogas, el baile, las relaciones afectivas o las expectativas de las otras. Por eso, insisto en que queda justificada esa intervención culinaria de sabores, especias y variedad de quesos.

“Era como si solo estuviéramos autorizadas a tener una masa corporal concreta y que, una vez superada, automáticamente pasáramos a ser propiedad pública. Era opresivo. Era traumático. Era una puta mierda” (p.93)

En lo que sí he empatizado sustancialmente es en su incapacidad para entender el Tractatus de Wittgenstein como alumna de Filosofía. La parte trágica de la historia ocurre precisamente en sus años de universidad, en esos ambientes cargados de “jazz, humo y ego” (p. 191) y -oh, sorpresa- tiene que ver con una agresión sexual de un compañero y con el abuso de un profesor-amante. Somos tantas las que hemos vivido basura parecida que al fin se ha visibilizado fuera de los círculos feministas con el movimiento #metoo, que siempre es motivo de celebración cuando son nombradas y denunciadas ya sea en textos de ficción o de ensayo. Gracias Blackie Books por editar libros así.

Comparar a “Las devoradoras” con “El club de la lucha” me parece un absoluto despropósito. Fine! Se pueden establecer paralelismos, como en casi todo si me fuerzas, pues la mente humana tiene ese don y esa condena. Pero vaya, que aunque en el libro de Palahniuk los personajes se sientan oprimidos y busquen puntos de fuga existenciales, las mujeres que acuden al club empiezan contestando a la pregunta: ¿de qué tienes miedo? Nada que ver, ¿no creéis amigas?

Miedo a que la gente deje de quererla, dice Roberta, que idolatra a su compañera Stevie porque habla sin tapujos -atacando incluso- pero sobre todo sin miedo a ser rechazada. Quizás porque esté “curada de espanto” (de nuevo esta lengua nos regala expresiones tan brutales como esta). Quizás por su pulsión artística que le incita a explorar y a huir de la mediocridad, de la comodidad rechazando ofertas como ser profesora de la universidad, lo cual ve un error y un fracaso.

“Y también creía que yo sería diferente. (…) Imaginaba que otros me mirarían y pensarían: Guau, qué libre es” (p. 17)

Así que el reconocimiento de la propuesta artística y el activismo político de este club no llegará como esperaban, incluso tendrán que soportar el mansplaining que las acusaba de burguesas y ordinarias, así como disimular ante la ley, a pesar de que reciclaban de la basura. Total, creo que no te voy a contar más para que degustes tú misma el libro y me voy a hacer la comida, hoy toca: “espaguetis a la zorra”, “porque no hay nada más aterrador que una mujer que come y folla con gusto” (p. 179)